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Centro Latinoamericano de Constelaciones Familiares

Constelaciones Familiares, sonidos y música

Constelaciones Familiares, sonidos y música

Por Silvia Rut Altman


Somos vibración, sonido y música. También lo es el campo de información que nos habita. Estamos conformados por un sinfín de frecuencias, de melodías, de ritmos, de músicas, tanto producto de nuestra biografía personal, como también siendo portadores de sonidos, melodías, ritmos y músicas de los hechos sistémicos que nos conforman. Aquello vivido por nuestros ancestros y no incluido, no ordenado, no sanado en su momento, queda en nuestro campo de información y se manifiesta en nuestras “desafinaciones” hoy. Estas “desafinaciones” aparecen como síntomas físicos, laborales, vinculares, en nuestros estados de ánimo, etc.

Al ser seres vibrantes estamos unidos con los otros y con nuestra propia historia a través de esas vibraciones. El trabajo con la vibración tanto de la propia voz como con instrumentos y mediadores sonoros puede favorecer y reforzar la percepción de nuestro ser vibrante y esa unión con el todo. Por eso cuando facilito Constelaciones Familiares, el sonido y la música tienen un lugar importante por ser lo más sutil de lo material y a su vez lo más material de lo sutil. La música y las constelaciones tienen en común esa sutileza de lo vibratorio.

Cuando Bert Hellinger investigó y desplegó esta metodología de trabajo (a partir de lo que ya existía y sumando sus propios hallazgos) descubrió que la mayoría de nuestros problemas tienen que ver con desórdenes, implicancias, exclusiones, en el propio sistema familiar, y con temas no sanados de hasta 7 generaciones atrás. Las constelaciones nos permiten que esas “desafinaciones” del sistema emerjan,  “vibrando” con otros más allá de tiempo y espacio, al estar unidos y conectados. También en los talleres de constelaciones se da el fenómeno de la resonancia. Por lo tanto, los asistentes puede vibran en sintonía con el sistema de quien realiza su trabajo y así pueden ponerse al servicio del despliegue y desarrollo de la constelaciones siendo a la vez una oportunidad de mover lo propio.

Cuando estamos realizando una Constelación Familiar… ¿qué percibimos, qué “escuchamos”? ¿lo que “suena”? ¿todo lo que suena? ¿sólo aquello que nos resuena? ¿lo que hay dentro, delante, detrás y más allá de lo que suena? La propuesta sería entonces estar abiertos a escuchar, en lo polisémico de este lenguaje, la música, y en los diferentes planos que se condensan en una constelación, la multiplicidad de sentidos, sonidos, silencios, imágenes…. Y a partir de allí permitir que algo se vaya conectando, integrando,  moviendo hacia un mejor lugar.

Los sonidos y voces permiten la percepción del encuentro con los otros y son sostén del campo que se abre en cada trabajo.
Los recursos sonoro-musicales ayudan a generar climas, a abrir el campo y la información, como también a hacer el cierre del trabajo.

Por una parte, está la voz, algo que nos identifica desde el nacimiento, propio, único. En todas las culturas, el ser humano canta, en general sin necesidad de formarse especialmente para eso, canta mientras realiza sus actividades cotidianas, se acompaña con su propia voz, se junta con otros y se encuentra a través del canto. En nuestra cultura, hay “especialistas” y hay “desafinados” entonces muchos dejaron de cantar, mientras otros lo hacen profesionalmente e incluso ganando dinero por ello. Pero en el contexto que nos importa, la idea es recuperar el contacto con la propia voz, su poder armonizador, sanador y expresivo de lo más profundo. Nuestro cuerpo es el instrumento más importante y el que más hay que cuidar y respetar, pudiendo en algún momento de centramiento explorar en él la resonancia de distintos sonidos con los centros de energía y la vibración que nos recorre. Cuando hacemos música, como cuando hacemos una constelación, salimos de la idea de lo bueno y lo malo, damos lugar a todo tal cual es y a cada uno con lo que trae. No hace falta tener experiencia previa y la misma vibración puede llevarnos a lugares extrovertidos, expresivos, y a otros introvertidos, a espacios meditativos.

Los sonidos acompañan el movimiento de la constelación, a veces sosteniendo, a veces reforzando lo que aparece, otras ayudando a “desbloquear” o “desplegar” lo que parece trabado u oculto. Favorecen el centramiento de los participantes, armonizan, facilitan y hacen más perceptible la conexión grupal. También sostienen y acompañan las meditaciones que puedan surgir entre constelación y constelación. De esta manera  se reafirma y se potencia lo que emerge en el taller y el taller en sí mismo.

Tanto las antiguas tradiciones místicas orientales como las nuevas ciencias hablan de que estamos todos interconectados y unidos. La vibración del sonido recibido o producido permite vivenciarlo. Por ejemplo, en el comienzo de un taller de constelaciones,  muchas veces luego de invitar a cerrar los ojos y  permitirse habitar el momento, un sonido continuo del cuenco de cuarzo nos envuelve y atraviesa a todos los presentes. Esa simple acción trae la experiencia de ser Uno en la vibración. A esto podemos sumarle en algún momento la emisión de una vocal como la A (primer sonido que sale del bebé al nacer y último al dejar el cuerpo en la muerte). Esta emisión conjunta refuerza la vivencia de unidad, la de un tiempo “fuera del tiempo” y un espacio “fuera del espacio”.

En todos estos años he ido reuniendo distintos materiales vibracionales y musicales. También, inspirada en las nuevas comprensiones a partir de las enseñanzas de Bert Hellinger, he compuesto algunos cantos sencillos, con letras inspiradas en los  conceptos de las constelaciones.

Uno de ellos, “Somos Uno” el tema de la unidad mencionado anteriormente.  Sobre un colchón sonoro de dos sonidos simultáneos (de un instrumento hindú con el que me acompaño), comienzo a cantar la siguiente letra y los participantes de a poco se van sumando tanto al significado de las palabras como a la vibración que se genera entre todos.

Somos uno, todos somos uno
Con el mar con el sol, con la tierra y la montaña
Todos somos uno
Y aunque a veces nos sentimos separados
Solitarios y abandonados
Todos somos uno, todos somos uno…


Lic. Silvia Rut Altman
Musicoterapeuta, Prof. de música (Argentina/Israel). Facilitadora de Constelaciones Familiares (CLCF), Constelaciones individuales,  Pedagogía sistémica. Postgrado en Técnicas Corporales Terapéuticas, Healing Voice (Inglaterra), Vox Mundi (Arg, Brasil y EEUU). Ex docente de UBA y del Conservatorio “Astor Piazzolla”. Formadora de recursos musicales en el trabajo con niños. Coordinadora de grupos de trabajo con la voz en la armonización interior y cantos del mundo.